El Rescate: Pendiente de Aprobación

 (Mientras acomodas un cojín imaginario y tomas un sorbo de tu bebida imaginaria, comienza una voz cargada de un escepticismo delicioso).

Ah, excelente. Te has sentado. Perfecto. Porque lo que necesitas, querido oyente, es una historia sobre uno de los pasatiempos favoritos de la humanidad: esperar ser rescatado. No me refiero a que te hayas quedado encerrado en el baño, no. Eso es mundano. Hablo de la Rescate-itis Aguda, esa romántica y paralizante creencia de que la solución a tus problemas está a la vuelta de la esquina, montada en un corcel blanco o, en los tiempos modernos, en un Tesla con asientos con calefacción.

Nuestro héroe, si es que podemos usar esa palabra con un tinte de ironía, se llama Leo. Y Leo no está atrapado en una torre de piedra custodiada por un dragón. Oh, no, eso sería demasiado práctico. Su torre es un cubículo en la séptima planta de una empresa de seguros, "Aseguramos tu Futuro, S.A.", un nombre tan lleno de esperanza como un chicle después de masticarlo tres horas. El dragón no escupe fuego, escupe correos electrónicos pasivo-agresivos de Brenda, la jefa de recursos humanos, cuyo aliento huele a café barato y desilusión.

Leo está convencido, con la fe de un peregrino, de que va a ser rescatado. Su plan, porque todos los que esperan un rescate tienen un plan vago y poco definido, es el siguiente:

  1. El Rescate Laboral: Un cazatalentos de una empresa de Silicon Valley, probablemente llamado Chad o Talía, lo encontrará en LinkedIn, se maravillará de su habilidad para formatear tablas en Excel, y le ofrecerá un puesto donde su única tarea sea "pensar de forma disruptiva" en una hamaca con vistas al Pacífico.

  2. El Rescate Romántico: Una mujer misteriosa y estúpidamente atractiva, que por error se suba al ascensor equivocado, lo verá en su jaula de cristal, con la camisa arrugada y comiendo un sándwich de máquina con desesperación, y pensará: "Dios mío, ese es el alma gemela que he estado buscando. Tiene la mirada de alguien que sabe lo que es sufrir por el aire acondicionado".

  3. El Rescate de la Lotería: Autodescriptivo. La estadística es para pesimistas.

Así que Leo espera. Cada mañana, al entrar, lanza una mirada furtiva a la ventana, por si acaso Chad/Talía ha alquilado un helicóptero con una pancarta que diga "¡LEO, TU CUBÍCULO TE ESPERA!". Revisa su teléfono después de cada ping, esperando el mensaje de la mujer de sus sueños que diga "Vi tu aura a través del cristal anti-reflejos. Toma, te compré una isla".

Mientras tanto, la vida, esa impertinente, sigue su curso. Le ofrecen un curso de formación para aprender un nuevo software. "¿Para qué?", piensa Leo. "Cuando me rescaten, esto será un recuerdo lejano y anecdótico". Un compañero le invita a una cerveza después del trabajo. "No, mejor no", reflexiona. "¿Y si me llama el de la lotería o la mujer del ascensor y no estoy?".

Pasan semanas. Meses. El polvo se acumula en la hoja de cálculo de sus sueños. Lo único que llega es el correo semanal de Brenda recordándole que actualice sus objetivos trimestrales. El rescate no aparece. Y la torre, querido oyente, se vuelve más alta, más gris y más real con cada día que pasa. No porque alguien la esté construyendo, sino porque Leo, al no moverse, se está convirtiendo en parte de los cimientos.

La ironía más cruel es que la puerta de la torre nunca ha estado cerrada con llave. Solo es pesada y chirría un poco al abrirla. Pero, ¿para qué abrirla uno mismo si el protocolo del rescate dicta que alguien debe hacerlo por ti?

Al final, la única cosa que llega para "rescatar" a Leo es su propio reflejo, una tarde de domingo, en la pantalla apagada del ordenador. Y en ese momento, quizás, solo quizás, una idea tan revolucionaria y aterradora como un dragón de verdad se le pase por la cabeza: ¿y si el rescate no es un evento, sino una decisión? Pero bueno, eso sonaría a otro curso de autoayuda, y a Leo esos cursos le parecen una estafa. Mejor seguir esperando. Al fin y al cabo, el rescate podría llegar… mañana.


Tres Preguntas y Respuestas (con la misma dosis de sarcasmo)

1. Pregunta: ¿Cuál es el "dragón" moderno más común que mantiene a la gente atrapada en sus torres?
Respuesta: Oh, sin duda es el "Síndrome del Próximo Capítulo". La creencia de que la vida real debería desarrollarse como una serie de streaming, donde después de un cliffhanger emocionante (una mala semana, una decepción), el próximo episodio traerá automáticamente la resolución y el giro argumental que solucione todo. La gente espera el "próximo capítulo" de su carrera, su vida amorosa o su suerte, sin darse cuenta de que son ellos los que tienen que escribir el guion, y no solo apretar el botón de "siguiente" en el mando a distancia de la existencia.

2. Pregunta: ¿Leo es un personaje débil o es víctima de una esperanza comprensible?
Respuesta: ¿Por qué no ambas cosas? Es como preguntar si un helado es frío o cremoso. La esperanza es un motor fantástico, pero en el caso de Leo, es un motor que tiene el coche en punto muerto, pisando el acelerador hasta el fondo. El ruido es ensordecedor, huele a gasolina quemada, pero el coche no se mueve. No es débil por tener esperanza; es... ineficiente. Es un soñador que confunde soñar con actuar. Es comprensible, sí, del mismo modo que es comprensible quedarse en la cama un día de lluvia. El problema es cuando todos los días son de lluvia en tu cabeza.

3. Pregunta: ¿Cuál es la moraleja real de esta historia, más allá del sarcasmo?
Respuesta: ¿Moraleja? ¿Esto es una fábula de Esopo? Muy bien, si insistes en buscar un mensaje edulcorado, aquí va: La búsqueda obsesiva de un "rescate" externo es a menudo la misma prisión de la que intentas escapar. La verdadera liberación no suele llegar con un estruendo de trompetas y una escalera de seda, sino con el chirrido silencioso y poco glamuroso de una puerta que tú mismo decides empujar. Pero, oye, empujar da trabajo, y la seda pica. Así que, elige tu picor.

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