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Había una vez en un pueblo polvoriento, donde el sol cocinaba las calles y la gente vivía de milagro, un hombre llamado *Don Cosme, "El Vende Sueños"*.
Don Cosme no era un hombre común. No levantaba muros como los albañiles, no sembraba como los campesinos, ni siquiera vendía cosas reales como los mercaderes. No, él era un artista de lo intangible, un mercader de promesas, un poeta de las mentiras bien contadas.
El Hombre que Vendía el Aire
Una mañana, Don Cosme llegó a la plaza del pueblo con una sonrisa que brillaba más que el sol y un saco de tela vacío.
—"¡Señoras y señores! ¡Hoy traigo para ustedes la oportunidad de su vida!" —gritó, abriendo los brazos como si sostuviera un tesoro invisible.
La gente, curiosa, se acercó.
—"¿Qué vende, Don Cosme?" —preguntó el panadero.
—"¡Vendo *futuro, mi estimado! ¡Sí, futuro! Porque lo que llevo en este saco no es nada ahora… pero mañana será *todo."
La gente se miró, confundida.
—"¿Y cómo funciona?" —preguntó una mujer.
—"Muy sencillo, señora. Usted me da *ahora cien pesos, y yo le doy *mañana… ¡doscientos!"
El pueblo murmuró. Algunos rieron, otros se alejaron, pero unos cuantos, los más hambrientos de esperanza, sacaron sus monedas.
—"¡Yo quiero!" —dijo un joven.
—"¡Magnífica decisión!" —exclamó Don Cosme, guardando el dinero y anotando algo en un cuaderno viejo—. Mañana mismo le entrego su ganancia.
Al día siguiente, el joven fue a buscarlo, pero Don Cosme no estaba en la plaza. En su lugar, había un papelito que decía:
*"Queridos inversionistas, el futuro ha sido tan exitoso que se ha adelantado. Recojan su pago… en el futuro del futuro. Confíen."
Y así, una vez más, Don Cosme desapareció con el dinero.
El Negocio de los Espejismos
Otra vez, reapareció meses después, esta vez con un mapa en la mano.
—"¡Amigos, he descubierto un tesoro en el desierto! Oro, joyas, riquezas más allá de la imaginación… pero necesito socios para la expedición."
—"¿Y cómo sabemos que es cierto?" —preguntó un viejo escéptico.
Don Cosme se llevó una mano al corazón.
—"Señor, ¿acaso no ve la honestidad en mis ojos? Además…" —bajó la voz— "ya tengo *pruebas."
Sacó una piedra brillante que, si uno la miraba de lejos y con poca luz, podía parecer oro. Los incautos volvieron a caer.
Días después, cuando la caravana llegó al lugar marcado en el mapa, solo encontraron un hoyo en la tierra y un letrero que decía:
"El verdadero tesoro fue la aventura que vivimos. Gracias por ser parte de este sueño."
La Última Venta
Con el tiempo, la gente aprendió. Don Cosme ya no podía engañar a los mismos dos veces, así que un día, decidió hacer su obra maestra.
Llegó al pueblo con un maletín negro y una corbata (nadie sabía de dónde la había sacado).
—"Esta vez no vendo sueños… ¡vendo *éxito*!" —anunció.
—"¿Y cómo?" —preguntaron.
—"Con este *curso exclusivo* de cómo volverse rico sin trabajar. Solo cuesta mil pesos… ¡y les garantizo que recuperarán su inversión en una semana!"
Los pocos que aún creían en él pagaron. Don Cosme les dio un grueso cuaderno lleno de páginas… en blanco.
—"La primera lección es esta: *Si alguien les promete dinero fácil, no le crean."
Y antes de que lo lincharan, desapareció para siempre, dejando solo una leyenda… y muchas carteras vacías.
Moraleja (o no):
En este mundo hay dos tipos de personas: los que trabajan por su dinero… y los que trabajan por *el dinero de los demás*. Elige sabiamente en cuál confiar.
(¿O tal vez Don Cosme sí era un genio y todos los que cayeron en sus mentiras eran los tontos? Quién sabe. Después de todo, esta historia me la contó un tipo en un bar… y me cobró por ella.)
¿Te gustaría invertir en mi próximo relato? Prometo que será *inolvidable. 😉
"El Vende Sueños"*.
donde el sol cocinaba las calles y la gente vivía de milagro
Había una vez en un pueblo polvoriento
un hombre llamado *Don Cosme
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