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Hans, un joven alegre y despreocupado, decidió regresar a casa después de haber trabajado para su maestro durante siete años. En el camino, tropezó con un carrito lleno de oro. "¡Qué suerte!", pensó Hans, y decidió intercambiar su caballo por el oro. Continuó su viaje, ahora caminando.
Pronto, se encontró con un granjero. El granjero estaba preocupado por su buey, así que Hans decidió intercambiar el oro por el buey. Aunque ahora caminaba más lentamente, Hans seguía siendo feliz.
Más adelante, se topó con un molinero. El molinero elogió al buey y le ofreció una hermosa piedra de molino a cambio. Hans aceptó felizmente, creyendo que era una buena oferta.
Finalmente, llegó a casa de su madre. Cuando ella escuchó la historia de sus intercambios, le dijo: "Hans, has sido un tonto. Habrías sido mejor quedándote con tu caballo". Pero Hans simplemente sonrió y dijo: "¡No importa, mamá! Ahora tengo esta preciosa piedra de molino, ¡y eso es lo que cuenta!"
Y así, Hans aprendió que la felicidad no siempre está en lo que poseemos, sino en cómo valoramos lo que tenemos.
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